Una vez te conté sobre mi miedo a que fuéramos eso, solo personas que nos encontraríamos para enseñarnos, mostrarnos nuestras heridas, sanar y luego decirnos adiós. Ese miedo a que fuera solo “tu maestra”, como me lo dijiste en mi carta de cumpleaños. Hoy ese miedo es una realidad y duele.
Como ese miedo, los conociste todos. Conociste cada centímetro de mi alma y todo lo que guardaba mi mente. Fui transparente, yo era y soy tal cual lo que siempre he sido sin fachadas ni mentiras, y eso no fue suficiente para ti. Buscaste que fuera como tú o como otros. Querías que fuera tú en momentos de crisis. Incluso quisiste que fuera como otras personas porque ser yo no te bastaba. Lo cierto es que nunca lo iba a ser, nunca iba a ser como tú o como otra persona. Peleamos con eso por mucho tiempo, pero esta vez es diferente.
Escucharte el sábado fue un despertar y una gran invitación a cerrar el ciclo por completo. Vi cómo para ti la relación estuvo en una balanza todo este tiempo y cómo creías que el peso lo cargabas tú. Vi cómo entendiste nuestra relación, tú creías que eras el que siempre me salvaba y que yo no hacía nada más que ponerte peso. Vi cómo para ti mi rol fue pasivo y mi aporte nulo. Entendí que siempre esperaste a que fuera como tú y que diera lo mismo que tú. Me lo dijiste muchas veces y no lo quise ver porque le di mucho poder a tus palabras.
Entendí que no viste lo que di en la relación. El amor incondicional, las decisiones de vida que tomé para seguir juntos, el apoyo en todas tus decisiones y convicciones, el soporte emocional, los bailes, las letras, las lecturas, los “cómo te sientes”, la escucha, la observación, la compañía, los viajes, la valentía en los momentos que me dijiste que no más porque creí en nosotros. Creí en el amor.
También entendí que para ti esto solo fue un proceso administrativo. Que no estábamos casados. Que fui tu amiga a la distancia con todos los beneficios de una pareja, pero sin el compromiso de ser un hogar.
Descubrí que yo era quién te mostraba el camino de vuelta. La que en los momentos de crisis debía demostrarte que yo iba a darlo todo, que te entendía y que iba a cambiar por y para ti. Cargué con esa responsabilidad y por eso siempre había en mí culpa y miedo a que la relación se acabara. Sobre todo miedo porque habías basado tu decisión de estar conmigo solo en la convicción y no en el trabajo que tener una relación requiere.
Descifré el “me quedas grande”. Entendí el trabajo, tiempo y concentración tan grande que requiere continuar juntos. Soy compleja y requiero todo eso y, hoy entiendo que eso no está mal. Estar juntos significa para los dos seguir creciendo, hacer el trabajo personal y dar nuestra mejor versión y si, eso cansa por momentos. Pareciera más fácil estar solo. Te entiendo. Yo también lo siento y no tenemos que seguir sufriendo las consecuencias del proceso que está viviendo cada uno.
Escuché con los ojos tu “estoy desencantado y desilusionado”. Es la cuarta vez que en medio de mucho movimiento emocional me lo dices. Es la cuarta vez, no la primera como me lo dijiste el sábado y, aunque lo entiendo, ya fue suficiente de cargar con esa responsabilidad. Entiendo el cansancio emocional, el hecho de creer que la vida es tan pesada que es mejor vivirla solo, que el dolor sea tan fuerte que es mejor botarlo todo. Entiendo. Lo que ya no entiendo es que siga siendo yo el blanco de esa frustración y de las expectativas para que la vida la puedas vivir distinto.
También descifré el “no siento que este sea mi lugar”. Lo dijiste en Nueva Zelanda, en Australia y en Alemania. Dijiste que no te sentías bien en ninguno de esos lugares como para sentirlo tuyo. Lo dijiste cuando vivíamos juntos y cuando estuvimos separados, así que puedo hoy entenderlo con claridad. Nunca fue el lugar ni la persona con la que estabas, eras tú. No te has sentido bien contigo y así estuvieras en el lugar perfecto conmigo, seguiría habiendo algo que no te terminaría de convencer. Ningún lugar sería EL lugar.
Por eso tanto movimiento…
Para mí es hora de dar un paso al costado y dejarte seguir ese camino solo. Hoy quiero seguir mis propios pasos y mi propia intuición.
Te confieso que fue muy doloroso la forma en que terminaste y lo que dijiste. Mi pecho sintió el calor y las heridas. Y te lo repito, la relación no merecía un abrazo en cuatro meses para despedirnos, no. La relación merecía un cierre con amor, compasión y paciencia (te robo las palabras). Te dije que la relación merecía más. Merecía el espacio, el tiempo y el amor. Fuera la decisión que fuera, merecía un cierre bonito. Eso será algo que no olvidaré y que me da la certeza de que no quiero volver a vivirlo. Ninguno merecía un quiebre tan doloroso.
Tuvimos una despedida horrible, no solo porque tenías y querías tener todo el poder sino porque, aun sabiendo que cubrías todos mis gastos y había un tiquete comprado que salía en dos semanas, fuiste muy claro en lo que para TI significaba este cierre. No te tomaste el tiempo para considerar lo que significaba para la relación y lo que habíamos construido, el hecho de separarnos. Fue un claro “te suelto la mano” y sálvese quien pueda. Dijiste adiós de una forma que aún me tiene sorprendida. Fuiste crudo, impulsivo e insensible.
Eso es lo que más me ha dado la fuerza para ser tan determinante. No fue la falta de amor, solo se cayó la confianza y las ganas de seguir intentándolo.
Si, hay muchas responsabilidades de mi lado. Pero este no es el momento para recordarlo. Ha estado tan metido en nuestro chip que yo fui la carga que incluso hoy me cuesta creerme el término “corresponsabilidad” y a veces olvido que esto no fue solo por mí. Fue mucha la manipulación y muchos los “ojalá la Fadhia que escucho ahora hubiera estado en el momento que era”. Fueron tantas palabras de culpa que conducían a mí, que incluso encontrabas justificable decirme que “me soltabas la mano” porque o si no te hundirías conmigo. Pero no. No era cierto y hoy tengo la tranquilidad de saber que yo sí me hice responsable de lo que me correspondía.
De hecho, nunca fuiste mi amortiguador de madre, como me lo dijiste en nuestra última conversación. Tampoco fuiste ni mi ángel, ni mi salvador. Nunca fui tu verdugo y tú nunca fuiste un mártir en esta relación. Eso no me corresponde. No me hago responsable y te suelto para que continúes tu camino. Lo que sigue ahora es solo tú responsabilidad. Yo no buscaba un salvavidas o un rescate, yo buscaba un amor valiente, un amor que sin certezas ni convicciones tuviera las ganas de enfrentarse a lo que fuera, como fuera. Un amor como el que he dado y que he encontrado en mí. Un amor que incluso en los momentos bajos, me vea. No un amor que me diga “entre más me amo, te amo” y que me exija mostrarle el camino de vuelta a ese amor.
Reconozco que nos montamos en una maratón y no nos dimos un respiro. No nos sentamos a pensarnos y planearnos como hogar. Fue una carrera para salvarnos solos pero juntos y ahora sé que ninguno tiene la culpa de nada. Construimos con las herramientas y el amor que teníamos y, aunque fuimos muy primíparos en muchas decisiones, para mí fuiste un buen compañero durante este viaje. Un compañero que me acompañó en los momentos más importantes de estos seis años de mi vida. Me diste fortaleza durante la Pandemia y la muerte de mi papá. Me diste amor y comprensión. Me enseñaste a ver lo que es real. Viajamos a lugares inimaginables y conocimos personas que nos alimentaron el corazón. Fuimos testigos del despertar de cada uno y eso no nos lo quita nadie. Solo tú y yo lo sabemos y me quedo con eso.
Gracias compañero del camino.
Adiós, Fadhia
PD:
27.08.2023
Gracias Fadhia del 2023, te amo
Me quede llorando. Me apena saber que estes pasando por este proceso pero a lo mejor es para un mejor mañana. Mejor acompañada y mas fuerte sola.
La manera en que compartis detalles y conductas propias de uds me ha hecho pensar en las mias. Veo que tengo mucho que aprender y leyendote me hace dar cuenta de eso.
Hermosa carta. Te abrazo a la distancia. Matu NZ